Valdés en acción: los pilares de su creación artística
Manolo Valdés dice ser “muy celoso, de mi tiempo, de mis manías, y de mis cosas”, aspectos que son precisamente la cuna de su arte. Aunque la creación le es fundamental para vivir, es la vida la que acaba poniéndose a merced de la producción artística, llevándolo por el mundo, descontextualizando el pasado y dando color a lo que se percibió invisible alguna vez.
Nueva York: el punto de partida
“Yo siempre digo que descubrí la libertad cuando vi que las cosas podían ser de otra manera. La indigestión que traje de París, la quise llevar a la Escuela de Bellas Artes, con lo cual el desastre fue fatal. […] Terminaron expulsándome.”
Valdés, que venía de una Valencia donde para considerar que algo era arte no podía salpicar fuera del lienzo o romper el molde, empieza a viajar cuando todavía estudia en la Escuela de Bellas Artes. De repente, volver a casa es, no tanto como dar un paso atrás, sino uno que va en contra de su evolución y potencial como artista. El concepto de hogar se redefine, y el artista se extingue cuando la creación está condicionada, en lugar de inspirada, por el entorno. Más tarde en su vida, lo que en un principio iban a ser 3 meses se volvieron 30 años —y sumando— viviendo en la emblemática ciudad.
“Nueva York es una ciudad que tiende a la excelencia, es una ciudad que tiene mucha información. […] Los que podemos tener información tenemos ventajas.”
Manolo Valdés en su estudio de Nueva York.
Madrid, con el Museo del Prado, le quedaba más cerca si hubiese querido ser solo pintor. Sin embargo, en Nueva York encuentra una libertad de creación que no reduce la expresión artística a la pintura. Viajar le había abierto los ojos, pero Nueva York es el estudio compartido de los artistas del mundo, rico, diverso y sorprendente, que lo nutre constantemente y lo anima a escribir sus propias reglas.
Las influencias: el pretexto de la novedad
“Las influencias de cualquier otra obra de arte que en ese momento te interesan las llevas a incorporar a tu terreno para comentar lo que está haciendo.”
Velázquez, Miró y Picasso, entre otros, reafirman el interés y el entusiasmo de Valdés por el arte. Durante su primera visita al Prado conoce a Velázquez a través del cuadro de las Meninas, antes de las ampliaciones y las mudanzas, cuando la sala todavía disfrutaba de luz natural. Desde entonces, las ha revisitado, tanto en el museo como en su propia creación, y las podemos admirar temporalmente a pie de calle —en Nueva York, Bilbao o Venecia—, o desde la comodidad del hogar y para siempre gracias a obras como nuestra edición Damas y Caballeros: Manolo Valdés. Por otro lado, son los grabados de Picasso y Miró los que lo atrapan, traduciendo la técnica en texturas que se someten a tendencias como el pop art para redescubrir esas figuras y hacer de ellas algo nuevo.
Izq.: detalle del cuadro de Las Meninas de Diego Velázquez, 1957.
Dcha.: Las Meninas, grupo escultórico de Manolo Valdés en Hofgarten gardens, Düsseldorf, 2006.
La obsesión: el eterno acompañante
“Nunca escojo algo que no me obsesione, que no me interese. […] El cuadro elegido siempre es un misterio. […] De repente, no sabes como algo entra en tu cabeza, y tampoco no sale.”
Tal como le pasó con la reina Mariana o la infanta Margarita, cuando algo pasa por la mente de Valdés, rara vez sale. Su persona y su yo artista son lo mismo; no existe uno sin el otro y lo que los une tan estrechamente es la obsesión incesante del autor hacia lo latente pero inesperado de la vida. Hay cosas —olores, objetos, personas, palabras— que conforman la realidad y cruzan la cotidianidad sin la necesidad de ser objeto de la percepción de nadie. Sin esperarlo, un día se repara en ellas casi por accidente, y a partir de entonces es imposible no verlas, no pensarlas, no considerarlas como algo que te pertenece y a las que le perteneces. Esto le pasa al autor, y en ocasiones su arte se vuelve una reacción a lo ignorado.
Izq.: detalle del retrato La Infanta Margarita en azul de Velázquez, 1659.
Centro: Infanta Margarita azul, París, 2020.
Dcha.: Infanta Margarita, Londres, 2021.
“Lo que yo sí que no hago es dejar de hacer un cuadro porque ya he hecho algo sobre él. El sentimiento que tengo cada vez que lo termino es de que he contado poco. La pintura no es una película, no hay secuencias, no puedes contar todo. […] No tengo ningún miedo a que me acompañe año tras año.”
No le es posible desechar la idea; en todo caso, esta tendría que aborrecer al autor. Las cosas deben caer por su propio peso, no forzar su salida, que duerman solo cuando estén cansadas, que mueran a su debido tiempo. Esa obsesión –que consiste en volver a lo que le hace vibrar, serle fiel en vez de avergonzarse de ella o reprimirla– es lo que hace que su obra artística se sienta como una nostalgia saludable, manteniendo vivo el arte del pasado sin volver la vista atrás.
La figura de la mujer: el subgénero predilecto de su obra
Cerca del 80% de la obra de Valdés encuentra la figura femenina, algo que para el artista no es premeditado, aunque reconoce que es coherente con la historia del arte: la mujer como un punto de fuga, un motivo, una estructura, el puente entre la inspiración y la creación, así como el destino final.
“Cuando veo esculturas que conmemoran algo, que hablan de un general o de un escritor, no me llaman tanto la atención como la figura en abstracto. Es un género, para mí. Y dentro de la figura, la figura femenina.”
Izq.: detalle de Helène VIII, 2005. Coedición ARTIKA-Manolo Valdés. © Manolo Valdés Studio, 2023
Dcha.: detalle de Pamela IV, 2013. Coedición ARTIKA-Manolo Valdés. © Manolo Valdés Studio, 2023
Aunque, para Valdés, lo que tiene la figura femenina que no tengan otras formas –vivas o inanimadas— es desconocido al tiempo que irrelevante. Cuando el interés lo aborda, no lo cuestiona porque hacerlo es sugerirle que se vaya, y para el artista esto sería como inspirar aire robado de oxígeno. Así, la figura de la mujer no hay que considerarla una temática de su obra, sino un subgénero que ocupa el mismo nivel que las técnicas y los materiales propios de su creación: primarios, elementales e identitarios.
Izq.: Edna, 2008. Coedición ARTIKA-Manolo Valdés. © Manolo Valdés Studio, 2023
Dcha.: El cubismo como pretexto 8, 2003. Coedición ARTIKA-Manolo Valdés. © Manolo Valdés Studio, 2023
Damas y Caballeros: Manolo Valdés, una conversación con el pasado en el presente
– Edición numerada y limitada a 998 ejemplares firmados uno a uno por el autor.
– La edición se compone de dos volúmenes y un estuche-escultura que es una obra de arte en sí misma. Protagonizado por una menina de Velázquez reinterpretada fruto de un trabajo artesanal, grietas e imperfecciones hacen de cada ejemplar una obra única.
– El Libro de Arte incluye 53 pinturas, grabados y collages de sus etapas más representativas, seleccionadas personalmente por el artista y reproducidas con la más alta calidad.
– El Libro de Estudios reúne reflexiones de grandes expertos en 4 capítulos, analizando la trayectoria, la obra y las influencias del artista.