Steve McCurry: una vida tras la cámara
La obra ‘Capturando el alma’ de Steve McCurry es una edición exclusiva que brinda la oportunidad de conocer más de cerca al fotógrafo de La niña afgana, a través de una espectacular recopilación de instantáneas comentadas por él mismo. Además, en este libro de artista también ha colaborado su hermana Bonnie McCurry. Dicho testimonio, se ha tomado como hilo conductor para elaborar este perfil de autor.
En 1980, después de casi dos décadas viajando por el mundo, Bonnie McCurry recibe una llamada de su hermano. Las palabras “Hola, Bon, soy Steve” precedieron a múltiples intentos por restablecer la conexión entre Filadelfia y algún lugar remoto del sur de Asia. Las tomas de contacto eran pocas, por lo que tenían un valor incalculable. Bonnie no sucumbió a la ansiedad y, finalmente, el otro lado de la línea acabó respondiéndole. El peligro que corría Steve McCurry a diario no era ningún secreto para su hermana, pero tampoco lo eran sus instintos de supervivencia.
La fotografía como lenguaje universal
“Las fotos de Steve cuentan historias y comunican verdades sobre la condición humana que desafían el vocabulario convencional”, así describe Bonnie el trabajo de su hermano.
La respuesta emocional a las instantáneas de McCurry es una evidencia que rompe barreras geográficas y culturales. Su proceder, siempre perseverante, siempre atento, le permite abrirse a un mundo desconocido, capturarlo y revelarlo para desmentir su frialdad. Con sus fotografías crea una oportunidad de conexión; un espacio común en el que reír, llorar, o dejarse llevar por los mil senderos de la mente humana solo para descubrir, por primera vez en la vida, que hay que celebrarla.
Izq.: Steve McCurry en Nepal. 1983.
Dcha.: Una hoja de plátano sirve de paraguas a un joven pastor mientras cuida un búfalo de agua en Katmandú. Nepal, 1984.
El carpe diem según McCurry: atrapar el momento con cada fotografía
‘Movimiento Perpetuo’ y ‘Apisonadora Steve’ son los pseudónimos de su infancia. Desde pequeño, McCurry presentó una extraña pero entrañable obsesión por la velocidad, y corría. Corría como quien está a punto de perder el tren: no concebía el hecho de perderse los momentos de su vida ni de la vida de los que lo rodeaban.
Cuando las cosas huyen, las persigues, y luego las lloras. Pero, cuando simplemente se mueven muy rápido, las capturas. Y porque el fotógrafo decidió verlo desde el segundo punto de vista, ahora la esencia de su obra radica en “dar dignidad a la tristeza, el dolor y el sufrimiento”. Su intención no es humillar o hacer espectáculo de las personas, sino pausar la película de sus vidas para entenderlas y admirarlas en su esplendor y en su crudeza.
Izq.: Steve McCurry durante las inundaciones del monzón en Porbandar. India, 1983.
Dcha.: Sastre durante las inundaciones monzónicas en Porbandar. India, 1983.
Más allá del autor: retratos con ADN propio
Los retratos de McCurry son de esos que calan por su autenticidad y espontaneidad, porque uno no puede evitar bajar la guardia ante los individuos de sus imágenes, capturados en un estado que mezcla vulnerabilidad y confianza.
¿Qué esconde cada instantánea? Largas travesías, chaparrones y tormentas, peligro y esfuerzo. Y son estas situaciones que la vida recompensa con nuevos vínculos e historias que contar de vuelta a casa.
Sus retratos viajan en boca de todos, resonando por calles y museos, no solo por llevar el nombre del artista. Cada imagen tiene una identidad única e intransferible que va más allá de la técnica del fotógrafo o su actitud ante el mundo. De algún modo, se difumina la línea entre realidad y su reproducción, como si McCurry la pisara cada vez que se dispone a tomar una foto.
Izq.: Steve McCurry durante el funeral de Indira Gandhi. India, 1984.
Dcha.: Personas de luto durante el funeral de Indira Gandhi. India, 1984.
Catálogo del buen fotógrafo
McCurry plantea su propia definición del buen fotógrafo.
En primer lugar, tener clara la necesidad de creación. En ‘Capturando el alma’, Bonnie nos revela estas palabras textuales de McCurry: “No hago fotos para ti ni para otra persona. Las hago para mí, porque tengo que vivir conmigo mismo”. No es cuestión de egoísmo, sino de ser fiel a la realidad que se retrata. La autenticidad que tanto caracteriza el trabajo de McCurry no sería posible sin la decisión de abstenerse de los gustos o las expectativas de terceros.
Izq.: Steve McCurry en Los Angeles, California. 1992.
Dcha.: Un minero de carbón, ennegrecido por el polvo de la mina, fumando un cigarrillo en Pul-i Khumri. Afganistán, 2002.
En segundo lugar, ser curioso, estar abierto a lo desconocido, siempre desde la sensibilidad y la pasión por la profesión. No hacerlo conlleva obviar grandes trascendencias, perder aquel tren simbólico. Es indiscutible porque se supone que dichas actitudes son inmortales, todo lo que te queda cuando la motivación y la energía caducan o se ausentan durante un tiempo.
En tercer y último lugar, saber contar historias. El buen fotógrafo, aparte de ser curioso, debe hacer obras que susciten curiosidad: toda buena historia tiene un punto de intriga que consigue retener al lector, oyente o espectador hasta el final. Procesar una imagen nos lleva apenas un segundo, pero el relato que la sustenta queda grabado de por vida. De hecho, sabemos por Bonnie McCurry que para el autor de La niña afgana la historia es prioritaria, pasando por delante de la luz, la composición o la armonía.
‘Capturando el alma’ de Steve McCurry
– Edición limitada y numerada a998 ejemplares firmados por el artista.
– La obra se compone de dos volúmenes y un estucheque rinde homenaje a La niña afgana, la fotografía más famosa y reconocida de McCurry.
– El Libro de Arte cuenta con 40 fotografías originales, reproducidas con la mejor calidad y comentadas por el propio autor.
– El Libro de Estudios aborda la vida y obra del fotógrafo bajo la mirada de su hermana Bonnie McCurry, presidenta de los Steve McCurry Studios y directora del centro formativo benéfico ImagineAsia, y del periodista Antoni Ortí.