Clotilde: una mujer atemporal y omnipresente

Clotilde García del Castillo, comisaria de exposiciones y esposa del genio del luminismo Joaquín Sorolla, se descubre a través del arte como una mujer tan de su tiempo como imprevisible en una época de división de esferas: la pública, dictada por el hombre; la privada, en manos de la mujer. A través de las pinturas, dibujos y misivas de Sorolla, se retrata a una mujer con muchos roles, tanto en el ámbito familiar como en el social. Estos son los temas que aborda María López Fernández, comisaria e investigadora, en su artículo “Sorolla. La imagen de Clotilde” que se incluye en el Libro de Estudios de la edición Sorolla íntimo.

 

La dualidad temporal de Clotilde

“‘La mujer no ha nacido más que para ser mujer; es decir, para ser la compañera del hombre, […] su madre, su esposa, su hija […], su ángel de caridad en sus tribulaciones y la estrella de su esperanza en sus momentos de desaliento’, decían los libros de moral.”

Sorolla pinta a Clotilde como una mujer, de alguna forma, atemporal y omnipresente: desplazada de su tiempo y, a su vez, representante de este. Pinturas, dibujos y bocetos la admiran leyendo, paseando por la orilla o deambulando por los jardines, simplemente existiendo, tanto como persona libre como esposa y madre devota. Capturado sobre lienzo o papel, todo es admiración hacia Clotilde, en sus quehaceres maternos, matrimoniales o personales. No es una mujer encasillada por el arte de la época y es, a menudo, retratada como una buena madre o una esposa excelente, sin ser aquellas sus únicas cualidades o las que la preceden.

“[…] respecto a la mujer, renueva de forma radical el paternalismo degradante de la etapa anterior: el arquetipo esencial femenino sigue siendo la mujer como madre y esposa, pero esta ha dejado de ser frágil como una niña, y ha dejado de estar enclaustrada como una monja: la mujer nueva es fuerte, fecunda, y de ella dependen el orden, la claridad y la armonía.”

Izq., detalle del dibujo: Clotilde leyendo, lápiz compuesto sobre papel continuo, Asís, c. 1888.

Dcha. sup., detalle del cuadro: Clotilde en la playa, 1904.

Dcha. inf.: Joaquín y Clotilde, 1898.

 

Madre, la pintura que inaugura la maternidad en la obra de Sorolla

El proceso de esta obra alberga dos puntos de la trayectoria artística de Sorolla: prolongándose desde antes y después de la Exposición Universal de París. Antes de presentar en la capital francesa, Madre (1895 – 1900) era un retrato que muestra a Clotilde junto a sus dos hijas, María y Elena, con la mirada al frente, hacia el pintor. En 1900, Sorolla decide hacer una pequeña variación que lo cambia todo: desvía la mirada de Clotilde desde él hasta la pequeña Elena.

En la primera versión, ese matiz deja a Clotilde más de esposa que de madre, pues el punto fuerte de la pintura son los ojos puestos en su marido, introduciéndolo en el cuadro como protagonista fuera de plano. Después, gracias a ese retoque, este cuadro abre una temática esencial en la obra de Sorolla: la maternidad.

Madre, 1895-1900.

 

El armario de Clotilde en el debate entre sociedad y arte

La imagen de Clotilde es como un diario familiar. En ella, retratada en expresiones, posturas, vestidos y colores, se deduce la situación social y económica de la familia.

“Edith Wharton, en Las costumbres nacionales, decía que lo realmente importante de un retrato era “que el vestido pareciera real y el rostro un poco menos.”

Tanto fue así, que desde la pintura se hicieron llamamientos a la costura. Entre la escena artística y la activista, nacen asociaciones de mujeres artistas que piden vestidos más sobrios, un modo de recuperar el protagonismo dentro de sus propios retratos. Estas cuestiones no eran simples sugerencias, sino motivaciones con objetivos y una dirección marcada en busca de una presencia justa y equilibrada. Por ello, nacieron asociaciones como la Unión de Mujeres Pintoras, fundada el 1888 en Bruselas, que habían seguido el ejemplo de la Unión de Mujeres Pintoras y Escultoras, en la Francia de 1881. Aun así, en última instancia, el atuendo era lo que le susurraba al pintor la intencionalidad o los requisitos del cuadro –trasladar por lo visual una política social y de estatus—, por lo que no podía desentenderse de la mujer que lo lucía.

“El retrato era, para la aristocracia y para la alta burguesía con pretensiones, un hecho social, una forma de mostrar su poder y su afianzamiento en un mundo dominado por las apariencias.”

Izq.: Clotilde con traje gris, 1900.

Centro, detalle del cuadro: Clotilde con traje negro, 1906.

Dcha., detalle del cuadro: Clotilde en el jardín, 1919-1920.

 

Véase Clotilde con traje negro (1906), cuyo esbozo previo a la pintura exhibida forma parte de Sorolla íntimo como la lámina de arte de la edición. El vestido, por sus patrones y formas, envuelve a Clotilde con elegancia y excentricidad, aunque eso se equilibre en su justa medida con la modestia del color negro.

Es una época en la que Sorolla pone en evidencia los roces entre el movimiento sufragista —abogando por la emancipación de la mujer— y el concepto de feminidad de la época impuesta a través de prendas que no facilitaban, precisamente, el movimiento de sus cuerpos. Aun así, no vemos a Clotilde encorsetada, si no con prendas que aparentan ser suaves y ligeras, un poco más convenientes para sus paseos por la playa.

 

Instinto maternal por las cosas de la vida

Sorolla y Clotilde, a través de sus cartas, dejan sobre papel mucho más que pinceladas de su amor o anécdotas de la familia. Con cada misiva se construye un testimonio paralelo a su cotidianidad histórica, ilustrando el panorama social, económico, político y artístico de la época desde una perspectiva particular, privada e íntima. Parafraseando o entre líneas, se retrata también por la palabra esa faceta de Clotilde de esposa y madre, pero con una definición un tanto distinta a la acepción social generalizada que no la separa nunca de su individualidad.

“¿Qué es lo que hoy has decidido y crees sea tan ventajoso para nuestro porvenir? ¿Es algún contrato de alguna decoración o alguna serie de retratos? Como nada concretas ni nada me explicas, me has dejado con la miel en la boca y cavilando qué será.” Carta 64 – [De Clotilde (Madrid) a Sorolla (Londres). 18 de mayo de 1908. CFS/616]

Ser la madre de sus hijos, para Sorolla, consideraba la personalidad de Clotilde en todos los aspectos de la vida, y no tan solo cuando su carácter lo tenía a él como destino o a sus tres hijos. Le reconocía atributos maternos en ese sentido de vínculo casi innato entre ella y todo lo que le apasionaba: el amor y la familia, así como el arte o el mar.

“El mar hoy sublime de intensidad azul, y los dátiles como pepitas de oro. Todo ello es una pena que por cosas pequeñas no lo goces conmigo.” Carta 196 – [De Sorolla (Alicante) a Clotilde (Madrid). 25 de diciembre de 1918. CFS/1935]

Izq. Sup.: Clotilde con Joaquín y María, lápiz compuesto sobre papel ahuesado, 1896.

Izq. Inf.: Mi mujer y mis hijas en el jardín, 1910.

Dcha. Sup.: Bajo el toldo, playa de Zarauz, 1910.

Dcha. Inf.: Clotilde con su hijo, carboncillo sobre papel continuo, c. 1891-1892.

 

‘SOROLLA ÍNTIMO’, una declaración de amor a su mujer e hijos

– Edición numerada y limitada a 998 ejemplares, realizada en colaboración con el Museo Sorolla y Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor y patrona de la Fundación.

– Compuesta por dos volúmenes, un epistolario y una lámina de arte presentados en un estuche-expositor cuya imagen principal es un detalle del óleo Instantánea, Biarritz, portada del Libro de Arte.

– El Libro de Arte incluye 71 de sus dibujos más personales. La selección, asistida por el Museo Sorolla y Blanca Pons-Sorolla, ha sido troquelada y reproducida a tamaño real con la más alta calidad.

– En el Libro de Estudios las especialistas Inés Abril y Mónica Rodríguez analizan uno a uno todos los dibujos de la obra, mientras que Blanca Pons-Sorolla, Consuelo Luca de Tena, María López, Covadonga Pitarch, y Eulalio y Pilar Pozo abordan el tema de la familia y la conservación y restauración de la obra gráfica del artista.

– El Epistolario: Tres décadas de amor recoge 210 cartas de las 2.000 que se conservan.  Prologado por Isabel Justo, las correspondencias son un testimonio socioeconómico y político de su época, al tiempo que se leen como una historia de amor pasional y parental.

– La edición incluye la lámina Estudio del natural, c. 1905, un retrato de Clotilde a carboncillo, clarión y óleo rojo que presidió el dormitorio del matrimonio durante años.

 

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