ARTIKA: 20 años entre artistas
Para el 20 aniversario del sello celebramos los 21 artistas que lo han hecho posible, porque hablar de ARTIKA es hablar de arte.
Apasionados, creativos e incomparables, estos autores impregnan nuestra trayectoria bajo un mutuo compromiso con el arte y obras de alta calidad, exclusivas y limitadas. Tenemos muy claro cuál es su sello en la historia del arte, pero ¿qué los hace especiales en el nuestro?
El arte de mirar hacia dentro
El poder comunicativo del arte yace en su universalidad; el de Tàpies, en cuestionar, en obras como Sèrie negre, las visiones preconcebidas de una sociedad que cree que el arte debe rechazar lo cotidiano o temer el color negro. El artista los traduce como si fueran poesía, para mostrar cómo la sencillez y la oscuridad del mundo no se oponen al significado, sino que actúan como un espacio neutral y abierto en el que conectar.
Por su parte, Plensa pone en valor el mundo interior a través de un juego de volúmenes y formas. El descubrimiento personal lo lleva a crear; exhibir la obra supone abrir su mente a los demás y, en consecuencia, dicho público reflexiona por su cuenta. Jaume Plensa 61 explora este ejercicio de introspección, exponiéndolo, no tanto como una necesidad, sino como una condición intrínseca de la mente humana.
Creación incesante
Sorolla y Van Gogh van más allá de su obra publicada. Los cuadernos nacen de un lápiz incansable, y como prueba de ello, La mirada de Vincent o las ediciones de Sorolla sobre los paisajes y el mar. Ante la necesidad de inmortalizar el recuerdo, el valenciano retrata a su familia, y el neerlandés, la naturaleza en todas sus formas. El paso del tiempo convierte los dibujos en almacenes inmensos de la memoria, libres de lagunas dada la compulsiva actividad de los autores, la ausencia de páginas en blanco.
Y si los cabarés parisinos no descansaban, Toulouse aún menos. Su fascinación por las escenas nocturnas llenas de música y color, como se aprecia en El teatro, hacen de su obra un testimonio de la vida cultural y urbana de la Belle Époque. En un tono opuesto, la constante actividad pictórica de Goya responde al desengaño con su realidad política: en blanco y negro, retratados los polos opuestos de la violencia humana, presente en la Tauromaquia o en los Desastres de la guerra.
Mundos oníricos
La fascinación de Dalí por Don Quijote es una de las muchas que revelan ese espíritu soñador y visionario y su forma de entender el mundo con absoluta libertad, consolidando la utopía que rige su obra. La ilustración de la célebre obra de Cervantes o Los ensayos de Montaigne son ejemplos de ese estrecho vínculo literario vivido de primera mano en ARTIKA.
También vemos cómo el surrealismo arrastra a Miró por un pasaje de los recuerdos que acaba siendo el mapa de su infancia. Junto a este subconsciente naif despiertan símbolos que visitarán su obra y consolidarán el universo Miró más íntimo.
Más allá de su compromiso social y político, Frida Kahlo da lugar a un imaginario pictórico sin filtros, de cuando la realidad común se mezcla con los sueños más íntimos. En Los sueños de Frida Kahlo se expone justamente como el rango de estos supera cualquier barrera metafísica, canalizando, bajo su lápiz o pincel, desde sus mejores fantasías hasta el momento más descorazonador.
Capturar hasta el último detalle
A Antonio López le podía llevar décadas terminar una obra; Michelangelo descartaba sus creaciones al más mínimo defecto; Gaudí sentía la necesidad imperiosa de crear un idioma arquitectónico único para cada espacio; McCurry se arma de fuerza física y mental para llegar a los confines del mundo con la esperanza de poder contar una historia.
Cuando el arte no solo es un pasatiempo, sino una razón de ser, la vida y la obra de un artista pueden entrelazarse de tal forma que acaban siendo lo mismo, siendo el perfeccionismo lo que difumina la línea divisoria.
Leer para pintar entre líneas
La literatura acompaña a los artistas día a día, pero para algunos es también el agua del que bebe su obra. No se trata de cambiar las historias impresas, sino de plasmarlas en una nueva tinta.
Observamos La Celestina y Picasso confluyendo en Suite 347, obra bajo la que el pintor titula 347 grabados vanguardistas de gran carga erótica que indagan en los personajes del clásico.
Rembrandt, por su parte, consolida un subgénero pictórico con su predilección por las escenas religiosas, tomando La Biblia y convirtiéndola, a través de su arte, en un relato universal.
Por su lado, Saura entiende la relación escritor-artista como un vínculo espiritual forjado por la ilustración. Cuando un libro cala hondo (El Criticón, por ejemplo) el pintor siente el “deseo de acompañarlo mediante imágenes”, aunque no lo necesite.
Lita Cabellut también afronta el reto de interpretar un clásico en su edición con ARTIKA, Bodas de sangre de Federico García Lorca, transformando “a golpes de amor” esta tragedia teatral.
O el caso de Chillida, para quien los juegos de palabras implican darles volumen y forma. El Canto Espiritual de San Juan de la Cruz, ahora, puede verse reflejado en dibujos que le rinden homenaje.
La reinterpretación del arte
Los artistas no solo hablan consigo mismos o se comunican con un público, también existe el diálogo entre maestros, o con corrientes artísticas de otros tiempos. Son conversaciones silenciosas que solo se aprecian en las obras, en las que la derivada puede usar un lenguaje completamente distinto a la primitiva.
Lo vemos con Valdés y su versión escultórica de Las Meninas de Velázquez; Botero y la configuración de un nuevo canon de cuerpo femenino; o Barceló y su reinterpretación a la acuarela de las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet.