Antonio López: la voz del pintor
Antonio López García nace un 6 de enero de 1936, y con cada vuelta al Sol a partir de entonces se gesta uno de los artistas más influyentes del panorama artístico nacional e internacional. La pintura se convierte en la cúspide de su pasión por los paisajes, a los que se acerca desde puntos de mira concretos, y en los que encuentra un idioma sin palabras. Cerrando la octava década de su vida, Antonio López persiste en la búsqueda de voces que revelen su visión del mundo.
- La pintura: un calco objetivo pero único
“Lo que entregas a los demás no es la visión del lugar, sino tu visión del lugar.”
Para el Antonio López de los inicios, pintar y copiar eran perfectos sinónimos, pero los años y la experiencia le enseñan que el arte está lleno de matices. Su obra es realista pero única, trasladando al lienzo momentos selectos de una realidad que es de todos. Las escenas que componen la edición Paisajes son el ejemplo perfecto de ello. Explora el cuerpo de ciudades, sus calles y casas, y dudamos por un segundo en reconocer que son las nuestras, porque López las capta desde perspectivas y ángulos precisos, momentos del día meticulosamente estudiados. Y es que, más allá de haberse consolidado como un pintor figurativo, es indiscutiblemente autobiográfico.
Izq.: Ventana de noche, 1971-1975-1980.
Dcha.: Taza de váter y ventana, 1968-1971.
Toda trayectoria artística conoce el punto de inflexión social, ese momento determinado en el que un autor con cierta madurez profesional se da cuenta de las expectativas que tiene su espectador. La sociedad es un elemento que pasa a formar parte de la ecuación y exige al artista. Es una cuestión que López considera desde un punto de vista menos sentencioso: mientras todo se haga ‘con la misma emoción’, es indiferente si son obras por encargo, sugerencias sin importancia o impulsos puramente individuales.
- La familia: Antonio López Torres y María Moreno Blasco
“El arte es algo muy difícil porque no hay unas normas seguras. En otras épocas han existido: había un estilo general que prevalecía. Ahora, cada cual tiene que hacer su propio trabajo. Entonces, tienes muchísimas dudas, y nos hemos ayudado mucho.”
Antonio López Torres, para el pintor, es el inicio de todo. López habla de su tío como un guía en un contexto de la historia del arte lleno de incertidumbre, donde la falta de normas es tan liberadora como desalentadora. Compartiendo siglo con Hopper y Balthus, el manchego los admira desde la distancia, para centrarse en esa figura más cercana: su tío es la primera persona en reconocer su talento, quien lo anima a perseguir la pintura por la vida y por la academia.
Mari, o María Moreno Blasco, aparece en la vida del pintor en 1954, el último año en la Escuela de Bellas Artes de Madrid para él y el primero para ella. Con solo un baile, Antonio López descubre el resto de su vida. Durante el noviazgo y el matrimonio, los artistas se inspiran mutuamente, compartiendo el gusto por el paisaje y aprendiendo el uno del otro ante las diferentes experiencias y concesiones visuales que tiene del mundo. Antonio López aprende, también, de las pinturas que hace su mujer de los mismos sitios que él pinta, al revelársele las temáticas que conforman su esencia en estos contrastes de subjetividad.
Izq.: Vallecas, 1977-1980, Antonio López.
Dcha.: Vallecas, 1980-1985. María Moreno.
- Las calles: el Madrid periférico
“Un lugar que me emociona, porque encuentro un eco de mi vida en esos lugares, es donde Madrid acaba en el campo, en la periferia. Los sitios límites de Madrid.”
La plaza del Emperador Carlos V, donde se encuentra la Estación de Atocha, es la primera escena urbana que el artista pinta a pie de calle, porque es distinto pintar lugares desde el sitio a hacerlos desde una ventana que da a ellos. Según el pintor, la ciudad de uno es el lugar en el que vive, pero, sobre todo, aquel cuya sociedad atiende, entiende y protege al artista. El hogar del Antonio López artista es Madrid.
Izq.: Gran Vía, 1974-1981.
Dcha.: Madrid desde Capitán Haya, 1987-1996.
Son otros los elementos y sensaciones que lo llevan a pintar la Gran Vía: la impresión de la arquitectura salpicada, acentuada, por la luz. La mayoría de veces, Antonio López pinta lo que tiene delante porque lo conmueve, o más concretamente, porque remite a lo vivido. Copiar la realidad puede ser algo que haga con soltura desde la temprana edad de 13 años, pero el pincel fluye solo cuando en ella haya una cercanía, una familiaridad, y es por lo que, por muy contradictorio que parezca, el artista pinta espacios comunes. Acude a las fronteras de Madrid, aquellos rincones públicos pero descentralizados, en los que los espacios se parecen más a Tomelloso que a Madrid.
El jardín de atrás, 1969.
- Los libros: conocer el arte que está lejos
“Tenía ansia de saber y no tenía dinero para viajar. Yo he conocido primero lo que amaba a través de los libros.”
Partir de cero significa que aquello a lo que aspiras te queda lejos, y más cuando se trata del complejo mundo del arte. Los lugares y los momentos perfectos existen, las escenas son exclusivas y, el público, privilegiado. Antonio López nace con esta facilidad y pasión por la pintura, y su voluntad por hacerla su vida lo obliga a desplazarse, porque el lugar condiciona el potencial del artista.
El metro, 1970-1972.
Podría pensarse que el primer paso hacia su sueño son los textos académicos, cuando la constante más importante para el autor han sido siempre los libros. En ellos, descubre a temprana edad que puede viajar pese a sus limitaciones, como la falta de recursos, experiencia y credenciales. Durante años, las páginas lo acercan a este ideal remoto y tan aparentemente inalcanzable, a la vez que alimentan su ambición.
- La voz del pintor
“En la pintura, la voz no la tiene el pintor. Es como si no supiera hablar, no supiera más que pintar. Y yo siempre echo de menos la voz del pintor.”
En pintura, más allá del título de la obra y el nombre de la serie a la que pertenece -si es que forma parte de una-, parece que no haya lugar físico para las palabras. Antonio López, como muchos otros artistas, legan su parecer a los profesionales: críticos de pinturas, analistas, expertos de la historia del arte, incluso, las voces de la calle.
Según el pintor, rara vez hay trabajo sin anécdota, y esto, junto a su gusto por la literatura, ha desencadenado una búsqueda de su voz que se entrelace con su recorrido artístico. Ahora, como artista más que asentado en el panorama artístico global, López replantea los servicios que le ofrece la literatura, hallando en ella lo que la pintura no puede darle: una explicación clara y directa. De hecho, Paisajes busca satisfacer esta inquietud del artista, pues se le concede el poder de la palabra al pintor en busca de la experiencia máxima de la pintura.
Paisajes de Antonio López:
Edición limitada a 2.998 ejemplares, numerados a mano y firmados uno a uno por el artista.
La obra se compone de un Libro de Arte y una lámina giclée, guardadas a la vez que expuestas en un estuche-expositor diseñado en exclusiva para esta edición.
El Libro de Arte es un recorrido vital y artístico a través de textos y cuadros, donde cronológicamente se expone la influencia de la vida sobre su obra, así como de la pintura sobre su vida.
La lámina giclée, sobre papel algodón y calidad museo, con la firma digital del artista.